Vienen a mi memoria algunos autorretratos de dos pintores a los que admiro. Durero (1471-1528) se retrató en numerosas ocasiones a lo largo de su vida, dejándonos un testimonio de su propia evolución personal. En su larga serie de autorretratos, apreciamos los cambios en sus rasgos y su pelo, en su ropa y atavío, pero también en su actitud ante el lienzo, en su expresión y su mirada. Otto Dix (1891-1969), alemán como Durero, también se retrató en numerosas ocasiones. Bastaría con colocar mentalmente juntos el autorretrato de un Otto joven y el de un Otto adulto para tender el puente entre dos momentos de una vida. Durero, humanista, preocupado por la naturaleza, por su entorno y por sí mismo, fue el precursor de una duradera escuela. Los tres retratos de Durero que ilustran esta reflexión nos permiten entrever el profundo cambio que experimentó su personalidad en unos pocos años.



Suele pensarse que el autorretrato es la opción del pintor que, para practicar su técnica, utiliza al modelo más cercano, él mismo. Pero también puede pensarse que el autorretrato es una estrategia de autopromoción. Estos dos argumentos son simplificaciones. Cuando un pintor se autorretrata, se está desdoblando, se está viendo a sí mismo desde fuera, analizándose como se analiza un objeto, para exponer no sabemos si la imagen que tiene de sí mismo o la que desea que otros tengan de él. Pienso que el autorretrato del pintor es sobre todo su respuesta a una pregunta básica: quién soy.
Freud nos acostumbró a pensar en las pulsiones del sexo y la muerte como motores de nuestras conductas. Nietzsche insistió en la voluntad de poder. Pero los filósofos griegos ya expusieron que la primera pregunta que el ser humano se plantea es “quién soy”, “quiénes somos”. El ser humano es el único animal que se representa a sí mismo en su mente. La identidad es una necesidad tan básica como el alimento, y su carencia o incertidumbre, una inagotable fuente de angustia, tanto individual como colectiva.
La personalidad de un escritor está en su estilo. En el estilo se concentra un modo de contemplar el mundo, de estar en él y de ser. El estilo es la identidad misma del escritor. Me pregunto si el autorretrato de un escritor debería empezar siempre por un intento de definir su estilo, desde fuera, como un objeto. Pero el estilo es inevitablemente dinámico y la base del propio autorretrato literario.
Fragmento de «Apuntes para un autorretrato», de José Marzo
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