Josep Bartolí y los dibujos de los campos de concentración

Los libros tienen vida propia y a veces parecen renacer. Es quizás el signo de nuestros tiempos: el libro se ha convertido en un soporte minoritario. Pero algo queda.

Breve historia de una edición

Debió de ser en 2006 cuando apareció en la pantalla de nuestro ordenador el dibujo descarnado y duro de una persona aferrada a una alambrada, con la ropa hecha jirones.

Por aquella época, era escasa en internet la información sobre el autor, un tal Bartolí, un dibujante y pintor catalán que, como tantos otros republicanos que en 1939 huyeron de España, fue internado en un campo de concentración en el sur de Francia. Tres o cuatro dibujos más, reproducidos aquí y allá en blogs, nos acabaron de convencer.

Por entonces, habíamos proyectado en ACVF – La Vieja Factoría una colección dedicada al dibujo. Ya estábamos preparando el Bestiario de greguerías, de Ramón Gómez de la Serna, ilustrado por el humorista gráfico David Vela. Barajábamos la edición de las colecciones de grabados y otros dibujos de Goya y varias series de otros artistas contemporáneos. Aquellos dibujos de los campos de concentración bien podían incorporarse a una colección cuyo propósito era tan sólo reivindicar el poder expresivo del dibujo.

Dibujo de Josep Bartolí, de Campos de concentración (1939-194…)

Nadie se acordaba entonces en España de Bartolí. Casi nadie. Averiguamos que hubo una exposición en una ciudad de Cataluña en los años ochenta y que poco después una persona había publicado una entrevista en catalán con Josep Bartolí. Localizamos a Jaume Canyameres y acudí a verlo a Terrassa. Fue a buscarme al aeropuerto. Todo nuestro trato hasta entonces había sido telefónico. En el vestíbulo, un hombre menudo y sonriente, de traje oscuro, sostenía en alto con ambas manos una cartulina con el nombre de la editorial. Nunca agradeceré lo suficiente el trato que me dispensó. Me condujo al estudio donde guardaba todos los papeles y la documentación relacionada con Bartolí, del cual era su testaferro. Un caudal de información sobre un artista y de pasión por su obra. Me presentó a su hijo, Jordi, fotógrafo y montañista, también admirador de Bartolí. Fue un día intenso. Regresé en el último vuelo de la noche con la decisión de publicar los dibujos y con todas las facilidades para conseguirlo. Acariciamos incluso la posibilidad de publicar alguna otra colección de Bartolí, cuando las condiciones nos lo permitieran (esas condiciones nunca se dieron). Canyameres nos puso en contacto con la viuda de Bartolí, Berenice Bromberg, residente en Nueva York, que nos envió una autorización universal para disponer de los dibujos de su marido. Canyameres también nos proporcionó los contactos que nos abrieron las puertas del Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona, donde se custodiaban muchos de los originales de los dibujos de los campos de concentración realizados por Bartolí. Canyameres fue el hombre providencial.

Nos enfrentamos entonces a un gran problema. Los dibujos originales estaban muy deteriorados y mostraban signos que no podían reproducirse: recortes, fragmentos de dibujos sobre otros mayores, marcas de celo y de pegamento… técnicas habituales en unos dibujos preparados no para exponerse tal cual, sino para su reproducción en imprenta. Aquellos eran los dibujos que se habían publicado en México varias décadas atrás en la primera edición. Amarilleamiento general. La serie, lamentablemente, ni siquiera estaba completa.

El resto de los dibujos pudimos recuperarlos de un ejemplar de la primera edición mexicana disponible en la Biblioteca Nacional de Madrid. Un ejemplar impreso en papel poroso, humilde y quebradizo, castigado también por el paso de los años.

¿Cómo conseguir unificar el resultado artístico de los dibujos? Unos, impresos en un soporte deteriorado; otros, los originales que habían sobrevivido, deteriorados ellos mismos. Resolvimos hacer fotografías de máxima resolución con un escáner de tambor y tratarlos digitalmente para acercarnos tanto como fuera posible a aquellos primeros dibujos que Bartolí había trazado en los cuadernos que, durante años, lo acompañaron en su periplo internacional por Europa y América. Había que eliminar las marcas de celo y pegamento, las manchas, la infinidad de puntos de tinta residual de la edición mexicana, los poros y suciedad y arrugas…

Dibujo de Josep Bartolí, de Campos de concentración (1939-194…)

Fue laborioso, una tarea que llevó dos meses. Hicimos lo que pudimos, hasta estar medianamente satisfechos del resultado. Lo importante eran los dibujos, su testimonio histórico, su formalidad artística. El resultado se publicó en un libro del que imprimimos 1500 copias. La imprenta verificó las planchas y los pliegos minuciosamente. Las vicisitudes de su distribución son otra historia: apenas una tercera parte de la tirada pasó fugazmente por las librerías. Incluso el comercial de la distribuidora, de cuyas siglas no quiero acordarme, me confesó más tarde que “posiblemente nos hemos equivocado”, una manera de reconocer que no habían hecho su trabajo. Ninguno de los medios de comunicación a los que enviamos un ejemplar promocional lo reseñaron. Setenta años después de la primera publicación de su obra en México, Josep Bartolí, pintor destacado en sus exilios sucesivos en México y en Estados Unidos, siguió siendo un desconocido en su país, excepto para una minoría. Durante años, los ejemplares reposaron en un almacén. Muchos los regalamos entre las amistades. Finalmente, entregamos una buena cantidad a una distribuidora de saldo, que los vendió en ferias del libro de ocasión. En la editorial, nos quedamos con poco más de un centenar.

Los libros tienen vida propia y a veces parecen renacer.

Pasados muchos años, de pronto, los libreros y los lectores más voluntariosos contactan con la editorial y piden un ejemplar, luego otro… Un título que duerme durante más de una década parece revivir, y aquel centenar de ejemplares van reduciéndose hasta agotarse. El motivo ha sido la producción y exhibición de un documental de animación, premiado en Cannes, Josep, basado en la vida y obra de Josep Bartolí.

Sin distribución comercial en librerías, no hemos podido afrontar en esta ocasión una nueva reimpresión de calidad de nuestra primera edición. Simplemente, hemos puesto a disposición de los lectores el ebook y una versión reprint, es decir, una versión en impresión bajo demanda. La calidad de la reproducción no es equiparable a la edición de 2007, pero es tan sólido el testimonio y tan expresivo el trazo de Bartolí, que el documento histórico y artístico se alza y perdura.

Es quizás el signo de nuestros tiempos. El libro se ha convertido en un soporte minoritario. No ya los dibujos, sino la literatura misma parece caminar con dificultad tras las pantallas del ordenador, el televisor y el cine. Y de los móviles. Pero algo queda. Unos cuantos amantes del libro y de la lectura seguimos leyendo y abriendo algún libro de vez en cuando, comprobando que no todo está perdido.


20 de mayo de 2021

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